FERNANDO LUGO: EL MALTRATO DE INOCENTES Y LA PEDERASTIA
En el año 1545 el catecismo elaborado a partir del Concilio de Trento determinaba que "ofender la inocencia de los niños es uno de los cuatro pecados más abyectos que se pueden cometer, uno de los que claman venganza en el nombre de Dios". Los otros pecados a los que aludía el susodicho catecismo eran, por este orden, "negar los derechos de Dios", "negar los derechos de la Iglesia" y "no pagar al obrero el salario merecido". Tras la controvertida visita del Papa actual a Israel condenando el holocausto judío, pero no la omisión de condena del Papado de aquel tiempo al régimen nazi, surgió la terrible noticia en la católica Irlanda de los casos de pederastia y maltrato a los inocentes (hasta la pavorosa cifra de 25.000 víctimas) cometidos por curas y religiosos. Silencio absoluto de la jerarquía romana al tiempo que uno de sus príncipes católicos españoles considera que el aborto es considerablemente peor que los citados casos de pedofilia. Al hilo de tales declaraciones de monseñor Cañizares , el candidato europeo del PP, señor Mayor Oreja , considera que están justificadas las palabras del cardenal: el aborto es peor que los casos de abusos sexuales y maltrato a inocentes cometidos en Irlanda y en otras partes del mundo. Pero aún hay más: en el suplemento religioso que publica cada jueves un diario de derechas de Madrid, su redactor, Ricardo Benjumea , defendía la opinión de que la comercialización de la píldora del día después y la banalización del sexo "debería ser motivo para despenalizar la violación". Si uno no estuviera curado de espanto, creería vivir en un país en el que imperan la barbarie y el fanatismo. Dentro del respeto que personalmente profeso a todas las creencias y creyentes de las religiones, no puedo entender que unas personas que dicen estar al servicio de Dios tengan tan aberrantes opiniones.
Hay comparaciones que merecieran ser de juzgado de guardia. Y lo más curioso es que el pecado de los pecados por antonomasia de la Iglesia, que es del sexo, si lo practican otros, no merece la misma condena que si lo practican los representantes de la Iglesia con inocentes criaturas. La leyenda piadosa y humana del que fuera llamado el Papa bueno, Juan XXIII , se nos vino abajo el día que supimos que el citado Papa hizo correr un tupido velo cuando fue informado sobre los casos de pedofilia en la Iglesia católica durante su pontificado. Callar, omitir, no condenar o querer comprar el silencio de las víctimas de los pederastas (como tantas veces ha sucedido) me parece una terrible falta de criterios morales, tan estrictos cuando se trata de creer que un feto de trece semanas es un ser humano. Tan estrictos, tan estrictos como son en las condenas e intromisiones de las leyes que corresponden al Estado y tan de manga ancha cuando son sus ministros los que cometen el horrendo pecado al que hizo alusión el Concilio de Trento. Y tan ignorantes y ciegos cuando un Papa como el de ahora visita Africa y condena el uso de preservativos en un inmenso continente donde la gente se está muriendo a chorros por los casos de sida.
Nunca pude admitir en mi conciencia a esa Iglesia tan perfectamente hipócrita. Aliada natural en lo político de una derecha como la española. Una Iglesia fundamentada en el principio de la venda en los ojos cuando se trata de los pecados que de tan cerca les conciernen. Una Iglesia que dice por boca de uno de sus ministros principales que es más grave abortar a las trece semanas de embarazo que abusar de unos niños, no solo ha perdido mi respeto y el de muchos millones de cristianos sino que debería abandonar la enseñanza en aquellos colegios e instituciones en los que se ha comprobado que se maltrata y abusa de los inocentes.
FERNANDO LUGO: PALABRAS QUE LA IGLESIA NO QUIERE RECORDAR
Una buena parte de la Iglesia católica, concretamente del clero, deja espantados y verdaderamente escandalizados a los fieles que aún creen en dicha confesión religiosa, debido al número cada día mayor de abusos a niños y adolescentes por parte del clero.
Se multiplican las noticias sobre abusos contra niños por parte del clero
Nunca la palabra escándalo ha sido mejor usada. Y lo curioso es que esa palabra fue la usada hace más de 2.000 años por quien, según la Iglesia, fue su fundador y maestro, Jesús, el profeta de Nazareth. Y lo hizo para referirse a los abusos con los niños.
Los exégetas saben muy bien que es muy difícil decidir cuáles de las sentencias importantes que se ponen en boca de Jesús son de su autoría o fueron creadas o manipuladas por los evangelistas.
Suelen existir dos criterios para reconocer cuándo unas palabras pueden ser o no literales, pronunciadas tal cual por Jesús. El primero es que aparezca en más de uno de los Evangelios considerados inspirados por la Iglesia. Si aparece en más de dos, la credibilidad aumenta. Un segundo criterio es que se trate de una frase tan plástica y original, a veces tan compleja o grave, que difícilmente haya podido ser obra de la invención de un evangelista.
Pues bien, existe un texto enormemente fuerte y eficaz de los Evangelios que habla precisamente del escándalo de abusar de los niños. Jesús es tajante. Pide la pena de muerte para quien escandalice a un niño. ¿Y qué mayor escándalo para un niño que abusar de él sexualmente?
El texto aparece nada menos que en los tres Evangelios llamados sinópticos: Mateo 18,5; Marcos, 9,42 y Lucas, 9,46. La Biblia de Jerusalén, traducida directamente del original, le pone como título al episodio en los tres Evangelios la palabra "escándalo".
En el Evangelio de Mateo, tras una discusión de los apóstoles sobre problemas de jerarquía, en la que le preguntan al maestro quién será el "mayor" en el Reino de los Cielos, Jesús desarma sus ambiciones, llama a un niño y les dice que si no cambian de mentalidad y no se hacen como los niños, "no entrarán en el nuevo Reino". Enseguida, Jesús se identifica él mismo con los niños: "Quién recibe a un niño como ése en mi nombre, a mí me recibe". Y enseguida pronuncia la gran sentencia: "Pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar" (Mt, 18,6 ss). Jesús continúa diciendo que en el mundo siempre habrá escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!
La imagen gráfica de la rueda de molino alrededor del cuello de quien escandalice a un
niño, aparece exactamente igual en el Evangelio de Marcos y en el de Lucas, además de en el de Mateo. Lo que revela que debía de haber creado gran impacto entre los primeros cristianos y que no fue posible silenciarla.
La imagen que sugiere Jesús haría pensar que a quien escandaliza a un niño más le valdría suicidarse. Pero, los tres evangelistas hablan de pena de muerte. Son los otros quienes deben colgarle esa piedra de molino al cuello y arrojarle al mar. ¿Cabe pena más severa?
Ahora bien, ante todo lo que está ocurriendo en la Iglesia, donde se multiplican las noticias sobre escándalos y abusos cometidos contra niños por una parte del clero, tanto bajo como alto, me pregunto por qué el papa Benedicto XVI, los obispos, cardenales y prefectos de las congregaciones romanas, en vez de levantar discusiones bizantinas sobre si es peor la pederastia o el aborto, o intentar silenciar los escándalos, no han obligado a todos los párrocos del mundo a leer en las iglesias y en los seminarios y en las curias episcopales la terrible condena del manso profeta de Nazareth contra quien abusa de un niño y lo escandaliza.
Deberían repartir pancartas con esa frase lapidaria de los Evangelios. Que se trate de suicidio o de pena de muerte no importa. Lo que Jesús quiere decir es que ese individuo no merece seguir viviendo. ¿Les parece esto muy fuerte? ¿Pero no dicen que los Evangelios han sido inspirados por Dios?
Todo el resto es querer recoger agua en un tamiz, es tergiversar, engañar a los fieles sin tener el coraje de enfrentar a los culpables con las palabras de acero de Jesús. Para él el símbolo del niño y de la infancia es una metáfora de transformación, de nueva vida.
Al intelectual fariseo Nicodemo, Jesús le dice que tiene que volver a entrar en el vientre de su madre y renacer como niño para entrar en otra dimensión vital superior.
Todo atropello a un niño es un atropello a la vida misma, de ahí que quien lo comete no merezca, según Jesús, seguir viviendo.
Y, añade, si tu mano o tus pies o tus ojos se convierten en objeto de escándalo, y más si se escandaliza a un niño, es mejor automutilarse. Jesús pronuncia esas palabras inmediatamente después de la imagen de la rueda de molino.
Más de una vez me han preguntado si cuando yo estudiaba en un colegio de religiosos existían abusos con los adolescentes. No lo sé. Lo que recuerdo es que después de haber tomado una ducha con agua helada en pleno invierno en la gélida ciudad de Logroño, uno de los padres profesores obligaba a pasar uno por uno por su cuarto a los alumnos recién duchados para darles, desnudos, friegas de alcohol que según él "revigorizaban el cuerpo". Por la noche, antes de dormir, en la capilla, nos decían que la Virgen lloraba por nuestros "pecados solitarios". Los de ellos no eran pecados, eran simples masajes terapéuticos de alcohol.
La Iglesia sigue queriendo minimizar los abusos de menores que ha consumado su clero. De nada va a servir.
Lo quieran o no, la rueda de molino de la que hablan los evangelistas, colocada sobre el cuello de cada cura pederasta, seguirá siendo la condena inapelable de los ciudadanos y de la sociedad al gran escándalo de abusar de un menor del que ellos deberían ser los mejores guardianes y defensores.
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