viernes, 15 de mayo de 2009
NO TANTO LA CIA COMO LA ORGÍA
Por Lupe Cajías
En más de una ocasión la acción de la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos de América (CIA) fue la principal responsable de la desestabilización de gobiernos democráticos o revolucionarios contrarios a los intereses de Washington. La lista es larga y abarca a todo el orbe, incluye atentados, oscuros negocios, campañas.
Sin embargo, esos antecedentes nublaron en más de una ocasión el análisis sobre los errores de esos gobiernos o de partidos de izquierda y se recurre a la fácil justificación de culpar al “enemigo” de los propios tropiezos. Uno de esos asuntos es la debilidad humana frente a las pasiones o excesos sexuales.
Un caso dramático fue el de algunos líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional que abusaron del poder político para conseguir mujeres. La acusación contra el actual presidente Daniel Ortega de abusos sexuales a su propia hijastra pareció al principio una campaña contra la revolución de 1979; lastimosamente, la investigación demostró que los hechos derivaban de un comportamiento insostenible con la utopía del “Hombre Nuevo”.
No es un resultado que debemos examinar desde un torpe fundamentalismo sino desde el mínimo respeto al ser humano, más aún si es un menor de edad.
Otra noticia que asombra es sobre el presidente Fernando Lugo, quien era obispo de la Iglesia Católica paraguaya. Él representaba el cambio al sistema corrupto y degenerado del sistema creado por Alfredo Stroeesner. Parece increíble que su vida privada sea tan doble, no sólo por tener una cantidad aún no determinada de hijos en diferentes mujeres, sino porque aparentemente nunca cumplió sus responsabilidades emocionales y económicas como padre de familia, derecho de todo niño.
La denuncia ha logrado quebrar el respaldo popular a Lugo como no había conseguido ninguna otra acción de la oposición. Se quiere culpar al “enemigo” de ese deterioro, pero quizá la pregunta es por qué un líder que hablaba de honestidad escondía aspectos centrales de su opción, como es la paternidad múltiple.
En el panorama boliviano, el escándalo que afectó a la administración de la principal columna económica y simbólica de un sistema diferente al nuevo liberalismo, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) tuvo un ingrediente que no debemos dejar pasar por alto.
Entre los principales acusados de la asociación delictuosa y de un asesinato están personas que a la vez tenían intereses en locales de citas, donde se fomenta la prostitución, la trata de blancas —el nuevo/viejo gran negocio del mundo globalizado—, cuyas dimensiones de deterioro moral son inaceptables.
No habíamos salido del asombro cuando hubo un reemplazo de un doctor en economía por una persona fuertemente relacionada, probablemente dueña, de un establecimiento semi clandestino donde también la actividad principal era el negocio del sexo. ¿Qué compromiso político, ideológico, progresista, puede tener un individuo que prefiere ganar dinero con la venta de cuerpos, algunos de jóvenes, la mayoría pobres?
Esos detalles afectan más la imagen del gobierno que las chapuzadas de una oposición a-histórica o de conspiraciones de grupos de interés económico y político.
No es un tema moralista sino principista. Los bolivianos no somos puritanos y nadie se rasgó las vestiduras ante líderes divorciados, hijos de madres solteras, mujeriegos. Acá el asunto es de coherencia: es demasiado difícil entender que gentes que alientan orgías, tengan al mismo tiempo una conciencia para trabajar por los derechos humanos, sociales, económicos, culturales, la dignidad de las mujeres.
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